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Inés de Castro, la reina cadáver de Portugal

Hija bastarda de Fernández de Castro, primer señor jurisdiccional de Monforte de Lemos y nieto del rey Sancho IV el Bravo

Abuelo, cuéntame la historia de Maurigato, el rey Mestizo. O la leyenda de Inés de Castro, la que fue reina después de muerta

leyenda de ines de castro
“arquivo do reino de galicia”

Galicia, el origen de este relato

Galicia es una tierra de relatos y leyendas. Es una tierra donde los marineros cantan para alejar al diablo que aparece entre la bruma; donde los ancianos de ojos grises relatan de memoria, con todo lujo de datos y detalles, las historias como la Inés de Castro o las correrías de los normandos y los hérulos, que aparecieron en son de guerra en las costas de Galicia como si fueran heraldos de la invasión de los suevos, un pueblo germánico que se instaló después por aquellas tierras, antes de que llegara el arzobispo de Braga y el rey Leovigildo. Una tierra de historias antiguas que se encienden como campaniles en la noche, heredadas de generación en generación al calor del fuego del hogar.

Relatos sobre regiones oscuras y mágicas, de intrincados caminos a través de espesos bosques y altas montañas que sirvieron de refugio a los que huyeron de los árabes. Verdisimos parajes que apenas sintieron la pisada del invasor.

Tierra donde se levantan los difuntos y caminan en fila envueltos en la niebla, portando cirios ardientes, como una serpiente de fuego que atraviesa las noches largas de invierno. Allí brillan los cercanos símbolos de Compostela, ciudad que si bien no es el centro burocrático del catolicismo, sí que es el espiritual. Superstición marinera y letanías. Santos y aparecidos.

Inés Castro Portugal
Inés de Castro y don Pedro de Portugal

Una de mis historias favoritas, la cual solía contarme mi abuelo mientras esperábamos a que algún ingenuo pez picara nuestro anzuelo, es la tragedia de Inés de Castro, hija bastarda de Fernández de Castro, primer señor jurisdiccional de Monforte de Lemos y nieto del rey Sancho IV el Bravo.

¿Quién era Inés de Castro?

Una dama bellísima, cuyo crimen fue enamorarse perdidamente del príncipe de Portugal, el cual ya estaba casado, por lo que al principio fue un amor silencioso y sin vuelta. Pero pronto, el infante don Pedro, que así se llamaba él, también se enamoró de ella, causando un escándalo en la Corte y recibiendo una grave reprimenda por parte de su padre el rey, quien hizo enviar a doña Inés a un convento.

Por azares de la vida don Pedro se quedó viudo, por lo que fue a buscar a su amada para casarse con ella. Repudiada por los nobles portugueses, su unión fue condenada y sus hijos fueron considerados ilegítimos. Finalmente, para solucionar la crisis política que el asunto estaba provocando, Inés fue apuñalada sin piedad a manos de los consejeros del rey.

Inés Castro
La muerte de Inés de Castro. Karl Briulov. Museo Ruso de San Petersburgo

¿Qué hizo don Pedro ante tal afrenta?

Cuando el infante don Pedro recibió con gran dolor la noticia acabó con su propio padre, persiguió a los asesinos y les arrancó el corazón. Ya convertido en rey de Portugal hizo desenterrar a su amada para que recibiera en muerta lo que no pudo recibir en vida.

Mandó colocar el cuerpo de Inés en el trono, puso una corona en su cabeza y obligó a los nobles a besar la mano del cadáver. Luego hizo trasladar los restos al monasterio de Alcobaça, donde se enterraban a los monarcas portugueses.

Don Pedro mandó construir para ella un mausoleo de piedra blanca en cuya tapa se representó la cabeza de doña Inés coronada como si hubiese sido reina.

Inés Castro cadaver
Inés de Castro, coronada después de muerta

Durante el resto de su vida, don Pedro aseguró que el fantasma de su amada le acompañaba allá a donde él iba; y a su muerte, quiso que lo enterraran frente a ella para que en el día de la resurrección se pudiesen levantar y caer en los brazos uno del otro.

Las hijas del Mondego, la muerte oscura Mucho tiempo memoraram llorando Y la memoria eterna en fuente pura Las lágrimas derramadas volvieron El nombre que puso que aún perdura Agnes ama de que no pasó Ver que la primavera fría riega las flores Las lágrimas son agua y le gusta el nombre

.-El Lusíadas esquina III.

_Héctor J. Castro

Nacido en Ferrol, profesor de lengua inglesa y novelista. Su pasión por la Historia lo ha llevado también al modelismo de escenas bélicas, en el que ha conseguido varios premios de pintura y escenografía. En 2016 publicó el primer volumen de su trilogía El Siglo de Acero.

2 comentarios

  1. Historias pasionales dignas de recrear en juegos de historia como el Crusader Kings II

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